Por fin alguien me vuelve con historias, que estas solteritas estaban más paradas que ni sé últimamente... En fin.
Antes de nada, he de decir, para aquellos que me seguíais en el otro blog, que la numeración de las solteritas ha cambiado, así que los que estábais a punto de identificarlas (ejem, ejem, Javi, que ya te veía con la pizarra haciendo algún tipo de fórmula matemática) olvidadlo, porque ya no son las mismas.
La cosa comienza con la solterita nº1 cogiendo el tren. Hasta ahí todo normal, sino fuese porque ese día se sentía fea, como esos días que te levantas con ojos de mapache deprimido y no hay color, camiseta o cosa que te alegre el día. El caso es que, según llegó -de resaca, hay que decir-, se metió en el tren. Los medios de transporte tienen sus cosas, y si estás aburrido, lo mejor es que te dediques a observar a todo aquel que entra, y -sobre todo- a aquel que se te sienta al lado.
La solterita nº1 tenía frente a ella a dos chicas, 'totalmente normales', según me contó ella misma, 'aunque había una que seguramente no sabía qué eran unas planchas de pelo', dijo, a la vez que se peinaba con los dedos su pelo. En fin. Volviendo al tema, las dos chicas, probablemente amigas de toda la vida tal y como se hablaban entre ellas, tenían una agradable conversación a grito pelado. La solterita optó por ponerse los cascos y escuchar música a ver si conseguía dormirse, pero no iba a ser posible. En ese momento, móvil en mano, apareció Él.
Por el título de la entrada y la forma de hablar, podríais pensar que quizá David Beckham entró en el tren y se sentó, pero no. Por la cara de la solterita cuando lo estaba contando, ella y las chicas sufrieron una enorme decepción cuando le vieron a Él.
'Un tipo gordo, pelo grasiento, vestido de negro pero sucio como si se hubiese rebozado en una piscina de cal o algo así', me contaba, poniendo cara de circunstancia,' de estos personajes que por fuerza tiene que oler mal'. Y eso, cuatro horas de viaje.
El caso es que Él tenía una conversación acalorada con una mujer (supuesta amiga) por el móvil, que desde luego no le importaba compartir con todo el vagón. El tema era, en resúmen, que su novia (o ex?¿) le había dejado, como había hecho tantas veces, para poder tirarse a quién le viniera en gana, y cuando se cansase, volver con él. La supuesta amiga, por lo visto le daba la razón.
Según la solterita nº1, ella y las chicas estaban observándolo atentas, incrédulas, hasta que llegó el punto culminante:
ÉL:
Pues si es lo que quiere, lo perderá todo. No sabe lo que está haciendo, en serio.
SUPUESTA AMIGA:
....
ÉL:
Mira, te lo digo muy en serio, ella lo verá. ¿Por qué lo hace? No lo sé. PEro si ella hace eso y luego vuelve que se arrepiente...
SUPUESTA AMIGA:
...
ÉL:
Lo que va a conseguir es perder a su Adonis. Soy yo lo que ella quiere.
La solterita y las chicas se miraron entre ellas. ¿¿¿Adonis??? La solterita, que lo tenía al lado, le observó como si le hubiesen dicho que tenía que irse a vivir debajo de un puente. Él supuesto Adonis estaba sudando como si se le fuese la vida y se mordía las uñas, totalmente negras de suciedad. Miró a las chicas, que estaban observando lo mismo.
¿Adonis? Es curioso cómo, con solo un comentario, pueden hundir a alguien en la miseria. 'Ya no es el hecho de que eso se creyese un Adonis', me dijo la solterita, 'lo grave es que él sí tiene a alguien y YO NO'.
Tres días después, la solterita nº1 sigue traumatizada, pero evoluciona favorablemente.
Y yo digo: bueno, para gustos, los colores.