Resulta que de vez en cuando (y no tan austeramente como desearía) la madre naturaleza, el destino, o quizá algún gurú extraño, alivia esporádicamente mi soledad con toques imprevistos. Sí, soy un soltero, y para colmo, hombre, pero eso no es nuevo. Y lo que empieza a no serlo tanto es verme súbitamente sumergido en la vida de mis queridas amigas, conocidas por todos vosotros como las solteritas de oro (ejem!). Bien, como si de un documental de Féliz Rodríguez de la Fuente se tratara, hay una situación que se viene repitiendo últimamente. No se sabe muy bien por qué, comienzo a pasar mi tiempo con ellas, y sabiéndolo menos aun, resulta adictivo. El plan suele ser el siguiente: quedar a una hora indecente para tomarse un café (véase las 4 o 5 de la tarde y que probablemente se prolongará durante horas y horas, convirtiéndose el café en algo con contenido alcohólico que les hará cantar canciones Disney al final de la velada) en un espacio común delimitado, normalmente, por cuatro paredes, que no son precisamente las del local en cuestión (un bar) si no cuatro paredes invisibles que rodean la mesa donde ellas están sentadas.
Ahí empieza el lío. Mis queridas féminas desarrollan una mutación de comportamiento (a)social que se asemeja mucho al de la cotorra común.
La cotorra común que en esos momentos ostente la iniciativa, elegirá un garito próximo, como si la elección del lugar fuese a incidir en lo más mínimo en sus fines, teniendo en cuenta que, en realidad, estos son, efectivamente, inexistentes. Acto seguido, un comando de avanzadilla se disgregará de grupo con sus bolsos/mochila/carretillo (¿por qué demonios llevan bolsos tan grandes?) con el objeto de asaltar la tienda de frutos secos más cercana y proveer al resto de loros de pipas (también maiz/alpiste/cualquier-cosa-que-por-supuesto-luego-diran-que-engorda) suficientes para algunas decenas de horas de cotilleo. Sí, ese es el fin de todo esto.
Las pipas son el elemento común, y no sé por qué tipo de extraña fuerza sobrehumana, provoca que las solteritas adopten posturas inclinadas hacia delante y alrededor de la mesa, originadas por su ingesta compulsiva. Ríete del yoga y las posturas imposibles, son auténticos loros, casi casi con la tan característica postura de patas a la altura de la cintura, cuello estirado hacia delante y una leve inclinación de cabeza hacia el centro por el lado del oido bueno con el fin de poder seguir la conversación al mismo tiempo que comen, pudiendo al mismo tiempo contrubuir por encima del ruido del bar, que por supuesto será ignorado, como si estuviesen ellas solas.
Incluso yo estoy en otra especie de mundo, dándome cuenta de lo que tengo alrededor cuando de repente me veo sorprendido con mis tímpanos perforados (yo, y los que están a dos km a la redonda) por alguna de esas súbitas demostraciones de aprobación o disentimiento, con extraños grititos agudos cuya frecuencia sonora los hace inteligibles a larga distancia, molestos a media distancias e insufribles en las distancias cortas (donde yo sigo estando, aunque me ignoren)
Incluso yo estoy en otra especie de mundo, dándome cuenta de lo que tengo alrededor cuando de repente me veo sorprendido con mis tímpanos perforados (yo, y los que están a dos km a la redonda) por alguna de esas súbitas demostraciones de aprobación o disentimiento, con extraños grititos agudos cuya frecuencia sonora los hace inteligibles a larga distancia, molestos a media distancias e insufribles en las distancias cortas (donde yo sigo estando, aunque me ignoren)
¿Y de qué va el cotilleo? Simplemente tres temas: hombres, otros loros y sexo. Sin importar las líneas de desarrollo de dichos temas ni en lo que pueden acabar derivando. Tampoco tienen por qué ser en ese orden, porque no es lo más importante, lo que importa es la sorpresa que dicho tema genera en los otros loros, que se meterán en el tema aportando datos y más datos (que no precisamente los otros escucharán, pero eso no importa)
El bar, ante todo, ha de poder suministrar líquidos de diversa naturaleza (como el milagro de que el café con leche se convierta en una jarra de cerveza, ni los panes y los peces) para que los loros puedan alimentar los motores que procesan las pipas y rigen el mecanismo del habla, del todo imprescindibles y que se ha de realizar simultáneamente, prologándose hasta que una de ellas sienta su función renal tan resentida que tenga que abandonar la mesa haciendo posible la continuidad de temas, momento en el cual, a iniciativa popular (o lo que es lo mismo, mía) el grupo de aves levanta el vuelo en dirección a otro plan más apropiado al momento.
Y no me explico por qué unos momentos después tienen una copa en la mano y exponen su teoría de por qué las princesas Disney son unas pelandruscas. De verdad, no me lo explico.
Y no me explico por qué unos momentos después tienen una copa en la mano y exponen su teoría de por qué las princesas Disney son unas pelandruscas. De verdad, no me lo explico.
1 comentario:
no me habia reido tanto... en mucho tiempo!!! sola frente al ordenador a las 9.20 de la mñn mientras mi padre me mira como si estuviera loca,... no puedo parar!!
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